sábado, 20 de noviembre de 2010

COP16 (Parte 1/3)

El anunciado fracaso de la Cumbre de Cancún y la inacción ante la crisis climática

A lo largo de los 18 años que han transcurrido desde la Cumbre de la Tierra hasta ahora han ocurrido demasiadas cosas como para mantener las esperanzas intactas. El mundo ha sido testigo de cómo las reuniones y las cumbres han ido pasando sin que los problemas se resolviesen. Aquella ilusión que emanó de Río ha sido dilapidada en demasiadas ocasiones de forma irresponsable por los dirigentes mundiales, más pendientes de las cuentas del corto plazo que de la salvaguarda del hogar común.

Juan López de Uralde, “El Planeta de los estúpidos”.

El 29 de Noviembre comienza en Cancún (México) la COP16, la 16ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). La posibilidad de lograr un acuerdo global ambicioso, justo y vinculante para sustituir al Protocolo de Kioto, cuyo primer plazo de compromiso vence en 2012, ya se ha descartado. El hecho de que Christina Figueres, la máxima responsable de la ONU para cambio climático, dijera el mes pasado que los países presentes en la cumbre "quieren abordar todos los temas, pero será imposible hacerlo en detalle", deja bastante claro que sigue faltando voluntad política para lograr acciones firmes contra el cambio climático, el mayor reto al que se enfrenta la humanidad en este siglo.

De modo que, ante la imposibilidad de llegar a un nuevo acuerdo vinculante, los delegados de los 193 países que participan en la COP16 se ocuparán de otros asuntos en los que hay mayor posibilidad de consenso. Figueres confía en que se logren "pactos integrales con resultados a corto plazo". Por ejemplo, se discutirá la creación del fondo para que los países desarrollados financien la mitigación y adaptación al cambio climático de los países en desarrollo, o avances en el Mecanismo de Reducción de las Emisiones por Deforestación y Degradación (REED), incentivando a los países que eviten la deforestación. La responsable de la ONU ha señalado que incluso para acordar estas medidas concretas hará falta "una voluntad política decidida". Esas otras medidas de las que se hablará en Cancún también son muy importantes, pues juegan un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático y en el avance de las negociaciones. Por ejemplo, el acuerdo para detener la deforestación es una herramienta fundamental a la hora de reducir las emisiones, ya que la destrucción de los bosques, sobre todo los tropicales, libera inmensas cantidades de CO2 a la atmósfera. Al mes desaparecen casi 1 millón de hectáreas de bosques, una superficie mayor a la Comunidad de Madrid.

La jefa de la delegación de la UE en México, Marie Anne Coninsx, ha demandado resultados "concretos" y "ambiciosos" en la cumbre, en áreas como la "transferencia de tecnología, financiación internacional, medidas de mitigación y adaptación, proceso de medición-reporte y verificación (MRV), mercados de carbono, y deforestación". No habla de compromisos concretos en recortes de emisiones, pues ya están descartados de antemano en Cancún. "Los resultados de la COP16 deben permitir avanzar hacia un acuerdo global y vinculante, a ser posible en la COP17", ha dicho la representante de la UE.

De este modo, la UE intenta volver a jugar un papel más importante en las negociaciones sobre Cambio Climático, después de ser ninguneada por China y EEUU en Copenhague. Es difícil que esta situación se revierta en Cancún, pero de cualquier modo, la Unión Europea se esfuerza por transmitir el mensaje de que están a favor de establecer porcentajes de recortes de emisiones concretos, y lo más pronto posible. La postura oficial de la UE no ha cambiado desde Copenhague: Europa ofrece recortar sus emisiones un 30% para 2020 si se logra un acuerdo ambicioso y con esfuerzos comparables por parte de otros países. Aún así, cada vez más voces dentro de la Unión apuestan por ofrecer este recorte de forma unilateral. Europa ya ha acordado unilateralmente un recorte del 20%, dentro de su estrategia 20/20/20, pero ese recorte es insuficiente según las recomendaciones científicas.


Mientras tanto, la brecha entre países desarrollados y emergentes, liderados por EEUU y China respectivamente, no se ha reducido desde Copenhague. Los países desarrollados acusan a China de paralizar las negociaciones, y China responde argumentando que son los países desarrollados los que deben hacer el mayor esfuerzo a la hora de frenar el Cambio Climático. Conviene hacer una pequeña aclaración sobre la responsabilidad de los dos gigantes en esta materia. Entre ambos suman el 41% del total de las emisiones de CO2 a la atmósfera, China con el 21% y EEUU con el 20%. Pero hay una gran diferencia: las emisiones per cápita de Estados Unidos son 5 veces más elevadas que las chinas, y las emisiones históricas de EEUU son mucho mayores, por lo que el esfuerzo no puede ser el mismo. Además, hay que recordar que EEUU no ratificó el Protocolo de Kioto, y aunque China sí que lo hizo, no le obligaba a realizar recortes en sus emisiones de CO2 por ser un país en desarrollo. El principal escollo que plantea Pekín es que no acepta que sus emisiones de carbono se verifiquen externamente, pues considera que eso iría contra su soberanía nacional.

Los países desarrollados exigen transparencia total en el caso de un eventual acuerdo, de hecho, EEUU se ha cerrado en torno a este argumento, bloqueando tanto como China (o más) el proceso de las negociaciones climáticas. A pesar de estos problemas, China es consciente del devastador impacto que el Cambio Climático puede suponer para su población y su territorio; ya se notan sus efectos en el país asiático, y por eso ha aprobado medidas en los últimos años destinadas a reducir sus emisiones. Entre estas medidas, destaca la reducción de la intensidad de carbono (emisiones de CO2 por unidad de PIB) en un 45% para 2020 respecto a los niveles de 2005, o la ley que obliga a que en 2020 el 15% de la electricidad proceda de fuentes renovables.

Los expertos coinciden en que no se puede dejar a las nuevas potencias emergentes (China, Brasil, India…) al margen de la lucha contra el Cambio Climático, pues sus emisiones de CO2 suponen cada vez un porcentaje mayor respecto al total mundial. Del mismo modo, no se les puede exigir el mismo esfuerzo que a las naciones industrializadas, responsables históricas del aumento de CO2 en la atmósfera. A esto se le llama "principio de responsabilidad común pero diferenciada" o "agravio comparativo". Los países en desarrollo, aglutinados en torno al G77, han manifestado en repetidas ocasiones su interés por combatir el Cambio Climático, pero demandan para ello apoyo financiero y tecnológico por parte de los países industrializados, además de la garantía de que cualquier acuerdo al que se llegue debe reconocer su derecho a desarrollarse económicamente.

Este es, a grandes rasgos, el panorama existente antes de la cumbre de Cancún. El enfrentamiento entre China y EEUU, la escasa ambición de la Unión Europea, y sobre todo, la imposibilidad de renovar el protocolo de Kioto, cuyo primer plazo de compromisos concluirá el año que viene. Para entender mejor este estancamiento de las negociaciones internacionales conviene recordar el fiasco que supuso la COP15, la Cumbre del Clima de Copenhague que se celebró el año pasado y que supuso para muchos una tremenda decepción.

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