lunes, 27 de junio de 2011

Comunicar la sostenibilidad también es responsabilidad del periodista generalista

Esta mañana se ha presentado en el Real Jardín Botánico de Madrid la guía para periodistas “Comunicar la sostenibilidad”, elaborada por la oficina de la UNESCO en Euskadi, UNESCO Etxea, en colaboración con la Fundación Biodiversidad. Según han explicado, “la guía pone al día las nociones básicas, las ideas y propuestas de los expertos y los temas candentes del debate", una información muy útil para los profesionales de la comunicación. La guía, que fue publicada en 2008 y ya ha sido traducida a varios idiomas, ha sido adaptada y ampliada por UNESCO Etxea para nuestro país. 

“El fin último de la guía es lograr la sensibilización de la sociedad sobre los retos ambientales globales”, ha explicado Aitana Uria, del programa de sostenibilidad de Unesco Etxea. La guía, ha precisado Aitana, “enseña al periodista a orientar al lector en el mar de confusiones y cuestiones complejas” de la información ambiental. También han querido destacar que se trata de una guía enfocada tanto a los periodistas especializados como a los generalistas, pues la sostenibilidad toca todos los ámbitos (sociedad, política, economía…), no sólo el ambiental.

El prólogo de la guía, escrito por Ana Leiva, la Directora de la Fundación Biodiversidad, incide en la responsabilidad de la prensa con la concienciación de la sociedad sobre la sostenibilidad:

“En esta misión, resulta esencial potenciar la divulgación y comunicación de los beneficios ecológicos y socio-económicos del patrimonio natural, así como la integración de las necesidades de conservación y uso sostenible de la biodiversidad en el desarrollo y aplicación de un importante número de políticas sectoriales, a fin de lograr un desarrollo equitativo, justo y duradero.

Aquí es donde los periodistas y los medios de comunicación desempeñan un rol fundamental contribuyendo a difundir información rigurosamente elaborada, útil, que promueva la toma de conciencia frente a retos que requieren acciones globales pero también acciones locales, grandes emprendimientos nacionales y aportaciones comunitarias e individuales.”

Pilar Caravaca, coordinadora del Departamento de Formación de la Fundación Biodiversidad, lo ha dejado muy claro durante la presentación de la guía: “Queremos convertir a la prensa en una aliada del desarrollo sostenible”.

La guía está dividida en tres secciones. La primera, titulada "Nuestro mundo lastimado", informa sobre algunas de las cuestiones y problemáticas ambientales actuales más significativas, como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad. La segunda sección, "Informar de los problemas", está más enfocada a la labor en sí del periodista que tiene que informar sobre sostenibilidad, por ejemplo, con un capítulo explicando cómo "vender" un reportaje ambiental en tu redacción. En la última sección, "Un futuro distinto", en una clave más positiva y señalando algunas tendencias que nos pueden llevar hacia un mundo sostenible.
 
Para finalizar la presentación de la guía, Clara Navío, la presidenta de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA), ha hablado sobre el ejercicio del periodismo ambiental en nuestro país, de sus complicaciones y los retos a los que se enfrenta. “La información ambiental es tan seria como las demás, pero no está tan reconocida en el día a día de las redacciones”, ha lamentado Clara. Dentro de las redacciones, incluso hay desprecio y desconocimiento acerca de lo que es el periodismo ambiental: “se creen que somos los ecologistas”. Y ha demandado “que el medio ambiente sea una sección en sí misma en los medios.”

La guía se puede consultar y descargar en PDF desde la web de UNESCO Etxea, pinchando aquí. Es sin duda una lectura imprescindible para cualquier periodista interesado en aprender más sobre los grandes retos ambientales de nuestro tiempo, y además debería ser una lectura obligatoria en las Facultades de Ciencias de la Comunicación.

martes, 14 de junio de 2011

Sigur Rós tocan para la Hora del Planeta 2012



Quedan casi diez meses, pero WWF se ha dado prisa y ya ha lanzado el vídeo de la próxima Hora del Planeta, que se celebrará el 31 de Marzo de 2012. Aunque el vídeo no es tan original como algunos con los que nos han asombrado otros años, las imágenes de la última edición de la Hora del Planeta y la música de los islandeses de Sigur Rós se funden con mensajes que llaman a la acción. El resultado es, al menos en mi opinión, un vídeo fantástico, inspirador: "Empezó con una idea, que se convirtió en un símbolo, que se convirtió en un movimiento, un movimiento que une a la gente para proteger nuestro planeta. Juntos, cada uno de nosotros puede ir más allá de la hora. Toda persona tiene el poder de cambiar el mundo en el que vivimos."

Los islandeses Sigur Rós, una de las formaciones míticas de la escena indie internacional, han cedido a WWF su maravillosa canción "Hoppípolla", y además, han explicado en su canal de vimeo por qué dan su apoyo a la Hora del Planeta (la chapucera traducción es mía):

"Viviendo en Islandia tal vez seamos más conscientes que la mayoría de las posibles consecuencias del cambio climático, con nuestros glaciares retrocediendo, nuestros inviernos desapareciendo y el terrorífico escenario de que se detenga la Corriente del Golfo (en cuyo caso nuestra pequeña isla se volverá inhabitable lentamente). Pero como vivimos en la oscuridad perpetua a lo largo del invierno, también somos conscientes de que la luz transforma nuestra existencia. Esta luz del sol prestada tiene, sin embargo, un precio, y la Hora del Planeta cumple la singular y valiosa función de recordarnos que con el poder viene la responsabilidad. Apoya la Hora del Planeta."

La edición de este año, que se celebró el 26 de Marzo, fue un récord, según los datos presentados por la organización ecologista:  participaron 5.251 ciudades en 135 países de todo el mundo, un total de 1.800 millones de personas.

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Gracias a José María Montero, @MonteroQuercus, por el soplo.

sábado, 11 de junio de 2011

Madrid vuelve a la huerta

La escena es bastante pintoresca. Un grupo de unas veinte personas pone a punto un huerto para la primavera: reconstruyen los bancales de cultivo, arrancan las malas hierbas y recogen algunas lechugas y ajetes que quedaban en el huerto. Esta mañana toca plantar berenjenas, tomates, pimientos… El olor de la tierra removida y el ruido de las azadas crean la atmósfera de calma y tranquilidad que impregna la vida de cualquier pueblo de la España rural. Pero un tren de Cercanías pasa a toda velocidad por encima de nuestras cabezas, devolviéndonos a la realidad. No estamos en la Comarca de la Vera ni en los Ancares leoneses, sino en pleno Madrid, a menos de cien metros de la M-30. La gente que pasa mira a estos ‘hortelanos urbanos’ (así les gusta llamarse) con curiosidad, asombro incluso. Desde luego, Puente de Vallecas no es el típico sitio dónde esperarías encontrarte a tantas personas cultivando un huerto. Al final de la Calle de Cerro Negro se levanta un oasis de biodiversidad y tranquilidad en medio de la jungla de asfalto, el Huerto de Adelfas, uno de los muchos huertos comunitarios  que han surgido en los últimos años en Madrid.


El huerto comunitario de Adelfas. Foto: Guillermo Prudencio.
Es el primer domingo de Abril, y como cada primer domingo de mes, las personas que participan en el Huerto de Adelfas se reúnen con ocasión de la jornada de ‘Huertas Abiertas’. “Nuestro objetivo no es conseguir una gran producción, sino tener un espacio al aire libre que pueda ser transformado por las propios vecinos del barrio”, explica José Luis Fernández (más conocido como Kois), uno de los integrantes del Huerto de Adelfas. “Rehabilitamos un espacio degradado y lo convertimos en un punto de encuentro y participación, más allá del uso pasivo que se suele dar a las zonas verdes, en beneficio de los habitantes del barrio y del medio ambiente”, apunta José Luis. El Huerto de Adelfas, creado hace un año por la Asociación Vecinal “Los Pinos”, comparte la razón de ser de otros muchos huertos urbanos comunitarios que han surgido en los últimos años en la ciudad de Madrid: el solar de Antonio Grilo, la Huertita de Tetúan, el Huerto de La Ventilla…

Todos tienen sus peculiaridades, pero entre sus características comunes están que son autogestionados y que apuestan de forma decidida por la agricultura ecológica como forma de alimentación sana, local y respetuosa con el medio ambiente. Aunque en principio pueda parecer una actividad impropia de una gran ciudad, los que la prueban acaban encantados.  “He descubierto que cultivar un huerto es una forma maravillosa de desestresarme”, dice Sarah Bailey, una entusiasta hortelana urbana que participa en la Huertita de Tetúan. “El trabajo manual después de un día en la oficina, la sensación de autosuficiencia al preparar comida que he cosechado yo misma y el compañerismo entre todos los que participamos en el huerto… Cada cosa aporta un poco de tranquilidad y felicidad que llevo conmigo entre semana”, explica Sarah.

Aunque el huerto comunitario más antiguo es el de GRAMA y ARBA en la Casa de Campo, se podría considerar que muchos de los huertos madrileños, sobre todo los impulsados desde asociaciones vecinales, surgen a raíz del Huerto de La Piluka (Barrio del Pilar). En el verano de 2006, un grupo de vecinos comienzan las labores de limpieza y acondicionamiento de un pequeño solar degradado, que hasta ese momento era usado como vertedero. “La ilusión y el empeño por crear espacios públicos y participativos en el barrio, que mejoren el tejido social y favorezcan la calidad de vida, se ha conseguido plasmar en este huerto comunitario, construido y mantenido entre todas las personas que se animan a acercarse”, explican en su web. Gracias a su acción transformadora, “donde antes había suciedad y excrementos caninos hoy crecen tomateras, melisas, mentas, coles, flores…”


Ver Huertos urbanos de Madrid en un mapa más grande

El espíritu del Huerto de la Piluka, la recuperación espontánea de espacios abandonados para crear zonas verdes y huertos urbanos, tiene su origen en un movimiento surgido en Manhattan en 1973, las ‘Green Guerrillas’. Liz Christy, una artista del Lower East Side, juntó a un grupo de vecinos, amigos y activistas para transformar un solar cerrado en un bullicioso y vibrante jardín comunitario. A partir de este primer jardín y mediante acciones como el “bombardeo” de solares vacíos con semillas, consiguieron expandir el movimiento de los jardines comunitarios por toda la ciudad. En la actualidad hay 700 jardines comunitarios en Nueva York, y el Ayuntamiento continúa cediendo espacios para su creación.

Madrid está muy lejos de esas cifras, a pesar de ser una ciudad con mucha tradición hortícola. “Madrid era una ciudad de huertas, había 300 hectáreas, por lo menos”, comenta Luciano Labajos, jardinero municipal y miembro de Ecologistas en Acción. “La mayor parte de los jardines históricos de Madrid tienen una base de huertas tradicionales previas al jardín, por ejemplo, en la Casa de Campo o toda la ribera del Manzanares, y en el Retiro también había una zona de huertecillas”, explica. Con el desarrollo de la ciudad todas esas huertas se perdieron, y Luciano defiende que “hubiese sido interesante conservar estas huertas, al menos parte de ellas”.

Este retroceso histórico se está revirtiendo, y en los últimos años se ha producido un auténtico “boom” en los huertos urbanos comunitarios. Ya hay más de veinte en toda la ciudad, y no paran de surgir nuevos huertos: los últimos, el de Las Águilas y el de Lucero, además de seis más que hay en proyecto.  ¿A qué se debe semejante revolución hortelana? “El creciente interés por lo ‘eco’, acompañado por la búsqueda de pasatiempos que cuestan poco o nada (ahora que estamos en crisis), hacen que la gente haya empezado a participar más en huertos urbanos y otras iniciativas parecidas”, opina Sarah Bailey. Sarah apunta también al factor social: “Creo que hoy en día la gente quiere volver a sentirse vecina de un barrio o de una comunidad en vez de pasar toda la vida sin conocer al del piso de al lado, y en ese sentido, los huertos urbanos son una forma divertida de conocer a la gente del barrio.” A pesar de su creciente popularidad, muchas de estas iniciativas siguen teniendo un futuro incierto, al ser difícil contar con espacios públicos adecuados donde ser desarrolladas. Por ejemplo, la Huertita de Tetúan se encuentra en una parcela en venta, y tienen permiso de la dueña para ocuparlo mientras busca compradores, por lo que en cualquier momento podrían tener que abandonarla.

La huertita de Tetúan. Foto: Guillermo Prudencio


Es igualmente problemático que este tipo de uso del suelo no tenga, por el momento, reconocimiento normativo alguno. Desde su creación, “Esta es una plaza” ha tenido que hacer frente a muchas dificultades por este motivo.  Fundado en el marco de un taller de intervención urbana en La Casa Encendida en Diciembre del año 2008, el proyecto pretendía transformar el solar de la calle Doctor Fourquet 24, de propiedad municipal y en desuso desde hace más de treinta años, en un espacio público abierto para todos los vecinos de Lavapiés, con huerto incluido. El Ayuntamiento no renovó la cesión del terreno y acabó ordenando la destrucción de la plaza, acción que provocó la llamada “Revuelta de las lechugas”: llenaron las calles de lechugas, cintas negras de luto en los árboles y esquelas en memoria de las verduras perecidas bajo las palas de las excavadoras. Gracias al revuelo formado, consiguieron reunirse con los responsables del área de Urbanismo del Ayuntamiento, y en Diciembre de 2009 obtuvieron la cesión temporal de la mitad del solar por un máximo de cinco años.

Proyecto original de "Esta es una plaza". El Ayuntamiento sólo ha cedido, durante 5 años, la mitad del solar.

Los esfuerzos por promover estas iniciativas no han contado con apoyo institucional, pero a pesar de ello se han conseguido importantes avances. En Febrero de 2010 se fundó la Comisión de Huertos Urbanos de la FRAVM (Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid). José Luis Fernández, que además de participar en el Huerto de Adelfas es el coordinador de esta comisión, explica que su objetivo era “crear un espacio de referencia para los huertos vecinales, aunar esfuerzos e iniciativas y prestar apoyo para lo que se estaba haciendo en Madrid.” En Marzo de este año se da un paso más y se crea la ‘Red de Huertos Urbanos de Madrid’, que busca poner en común las distintas iniciativas, no sólo vecinales, también las asociativas (como ‘Esta es una plaza’), y universitarias (como la huerta de la Complutense). En su web explican que son “una red de redes, para que los colectivos que se dediquen a la agricultura urbana de forma ecológica, que sean públicos y comunitarios, tengan un espacio de encuentro y comunicación.”

“También pretendemos conseguir que el Ayuntamiento apruebe un Plan Municipal de Huertos Urbanos, que deberán ser participativos y autogestionados”, añade José Luis. El Ayuntamiento de Madrid ha mostrado en varias ocasiones su disposición a promover este tipo de iniciativas. En Febrero de 2010 Ana Botella, la Delegada de Medio Ambiente, declaró que estaban estudiando cómo dedicar terrenos sin uso a la creación de huertos urbanos. Y un año después, el pasado mes de Marzo, Botella volvió a anunciar que el Ayuntamiento se estaba planteando poner en marcha un proyecto de ‘huertos de ocio’, pequeñas parcelas de cuyo cuidado se encargarían jubilados y otros colectivos sociales. Con estos ejemplos se puede deducir que, a pesar de sus supuestas buenas intenciones, el Ayuntamiento no tiene mucha prisa por empezar a trabajar en este tema. Las últimas noticias son que el Área de Urbanismo está estudiando nuevas cesiones temporales de suelo dotacional a asociaciones de vecinos para la creación de huertos, como sucedió con el solar de “Esta es una plaza”, pero nada en concreto.

El Ayuntamiento últimamente pone un poquito de interés, pero su interés va en función de la presión de los ciudadanos”, opina Luciano Labajos. “Va a depender de  los ciudadanos que esto sea un movimiento serio o una anécdota. Es decisivo que en todos los barrios surjan colectivos que quieran trabajar para consolidar los huertos urbanos”, sostiene Labajos. “El Ayuntamiento tiene que ceder parcelas, realizar procesos formativos y enmarcar los huertos comunitarios en el resto de políticas públicas con las que tienen relación, como participación y Medio Ambiente”, indica José Luis Férnandez.

Incomprensiblemente ignorados por el Ayuntamiento, los huertos comunitarios son alabados por los expertos en urbanismo y medio ambiente por los beneficios que conllevan sobre la vida en la ciudad. Son una herramienta que puede satisfacer de manera simultánea múltiples necesidades, demandas y problemas del entorno urbano, entre otras: recuperación de espacios degradados, aumento del interés y la responsabilidad por el buen uso y mantenimiento de las zonas verdes del barrio, experiencias de participación ciudadana novedosas e inclusivas, generación de nuevos espacios de encuentro y convivencia, educación ambiental para implicar a la ciudadanía hacia la sostenibilidad…  José Luis Fernández va un poco más allá: “En el futuro viviremos una más que probable crisis energética y el impacto del cambio climático, y por extensión habrá que cambiar muchos de los estilos de vida asociados al sistema actual. En ese escenario, la agricultura urbana se puede convertir en un elemento estratégico para garantizar la transición social, abasteciendo en un porcentaje elevado a las propias ciudades, dotándolas de cierta autonomía, o soberanía alimentaria, de la que ahora no disponen”.

Teniendo en cuenta sus beneficios sobre la vida urbana, resulta lógica la importancia que se les ha dado a estos espacios en otras grandes ciudades europeas, mucha mayor que la que tienen en Madrid, sobre todo a nivel institucional. En París, por ejemplo, el Ayuntamiento facilita la creación de jardines comunitarios desde la aprobación en 2003 de la ‘Charte Main Verte’, entendiendo el jardín como un espacio dónde llevar a cabo prácticas sostenibles y un refugio de biodiversidad, y también como lugar de encuentro  entre generaciones y culturas dentro del barrio. El Ayuntamiento ofrece apoyo y cede el terreno de forma temporal a asociaciones ciudadanas mediante la firma de una especie de contrato, con el que la asociación se compromete a cumplir ciertas exigencias: entre otras, deben abrir el jardín al público dos medias jornadas a la semana con algún miembro de la asociación presente, organizar al menos un evento público por estación o mantener el jardín en buen estado de manera sostenible (cultivo sin fertilizantes ni pesticidas). Ya han surgido casi 100 jardines a partir de esta iniciativa, lo que constituye todo un éxito y un ejemplo a seguir.

En Londres también han apostado fuerte por los huertos urbanos comunitarios con el proyecto 'Capital Growth', que da respuesta al movimiento ciudadano que venía reclamando la creación de espacios verdes en la ciudad. El objetivo es “ayudar a los londinenses a transformar la capital mediante la creación de 2.012 nuevos espacios de cultivo antes del final del año 2.012.” La campaña ofrece apoyo técnico y material a asociaciones o grupos de vecinos que pretendan cultivar sus propios huertos, tanto si tienen terreno disponible como si no. De momento están lejos de su objetivo, con 932 huertos, pero los números siguen siendo impresionantes.

Pero no hay que irse tan lejos para encontrar ciudades que apoyan la agricultura urbana y ecológica. El Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, en el área metropolitana de la capital, impulsa desde el año 2008 la creación de huertos comunitarios en espacios degradados, además de iniciativas de agroecología. Una de esas iniciativas es la de la asociación “Amor a la Tierra”, que se centra sobre todo en el aspecto de la soberanía alimentaria y en la producción y el consumo local. “Le quisimos dar una vuelta de tuerca más al concepto de agricultura ecológica añadiendo premisas de cercanía en las producciones”, comenta Sergio García Torres, miembro de la asociación. “¿De qué sirve que un tomate sea ecológico si se ha producido a 2000 kilómetros de donde se consumirá?”, se pregunta Sergio. “La contaminación generada del transporte hace que nos planteemos su viabilidad como producto ecológico. Sin duda, lo ecológico es también lo local”, sostiene.

El huerto de Adelfas, durante la Jornada de Huertas Abiertas. Foto: Guillermo Prudencio.

Otra de las grandes posibilidades que ofrecen los huertos urbanos es la educación ambiental, en especial si se une con la formación de los más pequeños. El Ayuntamiento de Madrid ha apoyado esta herramienta a través de la creación de la ‘Red de huertos y jardines escolares’, a la que ya se han adherido 49 centros escolares. Esta red es parte del programa “Educar hoy por un Madrid más sostenible”, un proyecto que busca llevar la temática medioambiental a los colegios públicos madrileños. El programa considera al huerto escolar como “un recurso pedagógico y una oportunidad para el desarrollo de actitudes y comportamientos de afecto hacia el medio.”

El CEIP Pablo Picasso (Hortaleza) es uno de los colegios que ha conseguido insertar el cuidado del huerto en la formación escolar. “La mayoría de los niños de las grandes ciudades no saben lo que es un huerto ni los trabajos que se desarrollan en él hasta que llegan las frutas y verduras a la tienda”, explica la directora del centro. “Algunos alumnos pequeños se sorprenden cuando ven los tomates en las plantas. ‘Tomates como en Carrefour…’dicen boquiabiertos.” La acogida de este tipo de actividades es muy buena, pues según comenta, “a los niños les encanta trabajar en el huerto, y a sus padres que lo hagan”. Entre los beneficios del huerto escolar, la directora del centro destaca que “los niños se conciencian sobre el cuidado del medio ambiente, pero no sólo eso, también sobre la necesidad de tener una alimentación sana, ecológica y rica en vitaminas y nutrientes.”

De un carácter más reivindicativo son los espacios de cultivo que han surgido  en varias de las universidades públicas madrileñas. El más veterano es el huerto del Colectivo Kybele, asociación pionera en el estudio de la agroecología en España que pertenece a la Escuela de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Politécnica. “Pretendemos reivindicar un aprendizaje colectivo paralelo a la institución reglada universitaria, donde tengan cabida distintas maneras de ver la vida rural y la producción y consumo de alimentos”, indica Hugo, uno de los socios de Kybele. “Previamente no había hueco para un huerto en la universidad, nosotros como colectivo reivindicamos el espacio en el año 2005, aprovechando una escombrera abandonada junto a las obras de la última expansión del Palacio de la Moncloa”, explica.

También hay huertas en la Universidad Autónoma, en la de Alcalá y en la Complutense. Esta última se fundó hace muy poco tiempo, en Noviembre de 2010, bajo el nombre de Huerta Agroecológica Comunitaria de “Cantarranas”. Según explican en su web, se trata de “un espacio de acción y socialización, para aprender a producir alimentos sanos, ganar terreno a la ciudad, contribuir a la recuperación de la biodiversidad cultivando y reproduciendo variedades locales, a la vez que intercambiamos experiencias personales, trabajo colectivo, respeto por la diversidad y amistad.” La Huerta de Cantarranas participa en la Red de Huertos Urbanos de Madrid, y seguramente las iniciativas universitarias cumplan un papel importante en la expansión y consolidación de esta corriente ‘hortelana’ que recorre la ciudad. Poco a poco se imponen nuevos hábitos y nuevas formas de entender la vida, en mayor armonía con la naturaleza. Una vida que tiene más en cuenta al entorno, una vida más cercana a la huerta.
  
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Este reportaje, escrito en Abril de 2011, es el trabajo final del Curso de Periodismo Ambiental Online de Ecologistas en Acción en el que participé entre el mes de Marzo y Abril de 2011. Fue uno de los reportajes seleccionados para aparecer en las páginas de El Ecologista, la revista de Ecologistas en Acción. 

miércoles, 8 de junio de 2011

Ken deja a Barbie por deforestar las selvas de Indonesia

La afición de la muñeca Barbie por la destrucción de los bosques tropicales de Indonesia era completamente desconocida para su eterno novio, Ken. La pareja juguetera más famosa ha roto: "Barbie, cortamos". Ken acaba de descubrir que los embalajes de Barbie están fabricados con cartón de Asia Pulp & Paper, la empresa papelera más grande de Indonesia, y no está dispuesto a tolerarlo. Las cámaras han recogido el momento en el que Ken se entera del terrible secreto de su novia:






La organización ecologista Greenpeace ha lanzado, de forma simultánea en más de 40 países, esta ingeniosa campaña viral "para pedir a Mattel en particular y al sector juguetero en general que rompa sus relaciones con la empresa que le abastece de papel y pasta de papel para fabricar las cajas de sus juguetes, Asia Pulp & Paper, ya que esta directamente vinculada a la destrucción de las selvas tropicales de Indonesia." Esos bosques son el hábitat de especies en peligro de extinción como los orangutanes o el tigre de Sumatra, además de un importante sumidero de carbono que contribuye a frenar el cambio climático.

“La empresa Mattel, fabricante de Barbie, debe de dejar de empaquetar a la muñeca más famosa del mundo con productos procedentes de la destrucción de los bosques. Para ello debe de cancelar sus compras con Asia Pulp & Paper, una papelera internacionalmente conocida por estar implicada en la destrucción forestal”, ha señalado Bustar Maitar, responsable de la campaña de Bosques en Greenpeace Indonesia, en la nota difundida por Greenpeace.

La organización ecologista también ha publicado un informe (en castellano) en el que explica la vinculación de Asia Pulp & Paper con la industria juguetera mundial. Aunque Mattel es el destinatario principal de la campaña, en el informe se apunta a la responsabilidad de otras famosas empresas como Disney, Lego y Hasbro. 








La empresa papelera APP es una filial de Sinar Mas, uno de los mayores conglomerados empresariales de Indonesia. Sinar Mas ha sido el objetivo de Greenpeace en más ocasiones por su vinculación con la destrucción de los bosques tropicales de Indonesia. De hecho, ésta de "Barbie cortamos" recuerda mucho a la campaña del año pasado en la que pedían a Nestlé que dejara de utilizar aceite de palma de Sinar Mas en la elaboración de sus chocolatinas Kit-Kat. En aquella ocasión, la multinacional francesa cedió ante la presión de los consumidores. ¿Surtirá el mismo efecto la ruptura de Barbie y Ken? Pase lo que pase, ha vuelto a quedar clara la gran habilidad y el ingenio de los publicistas de Greenpeace para elaborar este tipo de campañas virales... Suerte que lo hacen para defender el medio ambiente, y no al revés.

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En la web de la campaña se puede firmar una petición, dirigida a los directivos de Mattel, para que la empresa "actúe de manera urgente y que deje de presionar a los bosques, a sus habitantes y a la fauna amenazada de Indonesia para fabricar cajas de juguetes."
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En este albúm de flickr se puede ver la espectacular acción que realizó ayer Greenpeace USA en las oficinas de Mattel, en Los Ángeles.

viernes, 3 de junio de 2011

La Biodiversidad, base de la sostenibilidad ante el cambio global

La biodiversidad lo es todo. De la biodiversidad y de los servicios que proporcionan los ecosistemas dependen todos los organismos vivos, incluido, por supuesto, el ser humano. En los últimos años crece la conciencia de que la supervivencia de la civilización humana depende de que seamos capaces de detener las brutales tasas de extinción de especies y destrucción de ecosistemas a las que hemos llegado en la actualidad. Por ejemplo, a raíz del “Año Internacional de la Biodiversidad”, celebrado el año pasado, han surgido multitud de estudios que analizan esta cuestión desde el punto de vista económico, y ponen en relieve la dependencia de nuestra economía respecto de la biodiversidad.



El Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE), analiza este crucial tema en su próximo informe temático, “Biodiversidad en España. Base de la sostenibilidad ante el cambio global”, que se presentará el próximo ocho de Junio. En una nota de prensa, el OSE ha precisado que el informe “considera la crisis como una oportunidad para cambiar el actual modelo de crecimiento, que puesto de manifiesto sus límites, y evolucionar hacia un modelo sostenible con el que España salga reforzada de la crisis.” El informe también pondrá de manifiesto los servicios que prestan los ecosistemas, como medicamentos, alimentos o combustibles.

En esa misma nota de prensa aparece el que será uno de los conceptos principales del informe: la ‘Economía de la Biodiversidad’, “un nuevo campo teórico-conceptual intrínsecamente vinculado a generar riqueza mediante un desarrollo sostenible”, y que esperan configurar a través del análisis de los costes y beneficios económicos asociados a la biodiversidad, “que sólo ahora empiezan a ser reconocidos por el sistema socioeconómico”.

Una de las cuestiones más difíciles de analizar a la hora de relacionar biodiversidad y economía es darle un precio a los servicios que prestan los ecosistemas. “Al no existir mercado para muchos de los productos y servicios que proveen los recursos naturales, es decir ni se compran, ni se venden, no se les otorga valor”, explica el OSE en la nota de prensa. Y sostienen que “es necesario analizar el valor económico de la biodiversidad desde un punto de vista alejado del valor financiero del corto plazo coste-beneficio y hacerlo rescatando los valores no asociados al mercado, cuantificados a través de la funciones que proveen los ecosistemas.” “No tiene sentido preguntarse cuál es el valor de la atmósfera, su valor es infinito”, concluyen.

Aún así, algunos estudios a nivel internacional sí que se atreven a arrojar cifras. Por ejemplo, ayer mismo el Gobierno Británico publicó un informe que cuantificaba el valor de cuidar de los ecosistemas británicos en 30.000 millones de libras al año, convirtiéndose en el primer gobierno que pone precio a su medio ambiente. “Sin el medio ambiente estaríamos todos muertos, así que el valor total es infinito”, señaló uno de los principales autores del informe a la BBC.

Muchos conservacionistas recelan de estos informes, y no les faltan motivos, ya que ponerle un precio a la naturaleza puede ser bastante peligroso. Uno de los articulistas del diario británico The Guardian, el periodista ambiental Nicholas Milton, criticó ayer el estudio que ha publicado su Gobierno recordando la famosa cita de Oscar Wilde: “conocen el precio de todo pero el valor de nada”. Desde luego, no es una cuestión sencilla, pues como recuerda el OSE, en el mundo actual cuando a las cosas no se les pone un precio, no se las valora. 

Esperemos que informes como el del Observatorio de la Sostenibilidad ayuden a extender la visión de que la biodiversidad no tiene precio, y sobre todo, que pongan en su sitio a la economía. Los mercados y la economía son sólo una parte del ecosistema global, no están por encima de todas las cosas; por supuesto, no están por encima de la naturaleza.