domingo, 15 de abril de 2012

Sobre WWF, elefantes y cacerías reales

Ayer la Casa Real española volvió a estar en el centro de atención: el rey Juan Carlos había sido operado de madrugada tras romperse la cadera en un viaje de caza en Botsuana. Al parecer, el jefe del Estado habría pasado la última semana cazando elefantes, un entretenimiento que sale por el módico precio de unos 30.000 euros. En el momento que atraviesa el país no parece una actividad muy ejemplar. Lo dice el editorial de El Mundo de hoy: "un viaje irresponsable en el momento más inoportuno."

Pero volviendo a ayer por la mañana, sin duda el tema estalló cuando empezó a moverse una foto bochornosa y repulsiva –que a estas alturas ya ha debido ver todo el país- en la que aparecía el rey posando orgulloso frente a su pieza de caza, un elefante africano derribado contra un árbol.

El rey Juan Carlos, preocupado por España.
A la frivolidad que supone pasar una semana de cacería en África mientras el país las pasa canutas se le une que los elefantes son de esos animales que encantan a la gente: son majestuosos, son tiernos, son inteligentes. A todo el mundo le gustan los elefantes. Y aunque la afición del monarca por la caza no es nueva en absoluto, aparecer posando con un rifle delante de un elefante muerto deja su imagen por los suelos.  En palabras de Antoni Gutiérrez-Rubí: 
El monarca no puede, ni debe, ignorar que cazar elefantes por placer es obsceno y hiere, profundamente, millones de sensibilidades. Tiene todos los componentes para resultar despreciable. Además, la puesta en escena de una cacería preparada para el goce, alimenta todas las imágenes perversas de la opulencia y el poder.
Pero de esto ya se ha hablado mucho, y yo quería tratar aquí otro tema. A lo largo de la mañana, algunas personas empezaron a destacar en twitter el hecho de que el rey Juan Carlos es presidente de honor de la organización ecologista WWF España: 

Desde luego parece cuestionable que una de las organizaciones de conservación de la naturaleza más importantes del mundo tenga como presidente de honor a un señor que disfruta matando elefantes: una especie amenazada, clasificada como vulnerable en la lista roja de la UICN, y protagonista de algunas de las más importantes campañas de WWF. 

Pues a eso de las 19.00h llegaba la única reacción hasta el momento de la organización: "WWF España no comenta el hecho de que el rey sea presidente de honor de la ONG ecologista", escribió Rafa Méndez en su twitter. Inaudito. Y casi al mismo tiempo, empezaba a moverse un enlace que supuestamente demostraba que de inaudito nada, que WWF apoya la caza de elefantes. 

El enlace llevaba a un documento de trabajo de WWF para la CoP 14 (celebrada en 2007) del convenio Cites, el convenio que regula el comercio internacional de especies amenazadas. Se trata de la postura de WWF ante una enmienda propuesta por Botsuana, cuyo punto 1 dice que se permitirá para la población de elefante de Botsuana "trade in hunting trophies for non-commercial purposes (comercio de trofeos de caza para fines no comerciales)". WWF apoya este punto "porque no refleja ningún cambio para la población de elefante africano de Botsuana."

En principio me he sentido horrorizado al leer esto, yo que admiro el trabajo en defensa de la naturaleza de WWF. ¿Cómo es posible que les parezca bien que se cacen elefantes en Botsuana? Algo raro había ahí, así que me he puesto a investigar un poco.

Las poblaciones de elefante, uno de los más emblemáticos animales de la fauna africana, sufrieron un declive brutal a partir de finales de los años 70: se pasó de una población de algo más de 1'2 millones de individuos, a una de alrededor de 600.000 a finales de los 90. Esta tragedia tenía una causa clara: el comercio internacional de marfil. En los peores años se llegaban a matar 75.000 elefantes -¡al año!- para vender sus colmillos en los mercados occidentales, sedientos de marfil. Los últimos datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), del año 2006, estiman una población de unos 470.000 elefantes con una tendencia al alza, de un 4% anual.    

Volviendo a la caza. En el año 1989, cuando la situación de la especie ya empezaba a ser insostenible, el convenio Cites declaró ilegal el comercio internacional de marfil al incluir al elefante africano en su Apéndice I, reservado para las especies en peligro de extinción. Pero el convenio Cites incluye ciertas excepciones para el comercio con el elefante africano, entre ellas la caza deportiva, como se explica en la página de la UICN:

The sport hunting of elephants is permitted under the legislation of a number of Range States, and the following countries currently (2007) have CITES export quotas for elephant trophies: Botswana, Cameroon, Gabon, Mozambique, Namibia, South Africa, Tanzania, Zambia and Zimbabwe.
En ciertos países Cites aprueba una cuota anual de elefantes que pueden ser cazados y exportados como trofeos de caza. En Botsuana, el país al que se refería el enlace de WWF en cuestión y dónde fue de cacería el rey, en 2011 se dieron permisos para cazar 400 elefantes, el 0'3% de la población total, 130.000 individuos (Botsuana es el país con mayor población de elefante africano). Desde un punto de vista numérico, no parece significativo. ¿Y para qué sirve permitir estas cacerías de elefantes? Lo explica la UICN en su web: 
  Some community-based conservation programmes in which revenue from the sport hunting of elephants reverts directly to local communities have proved effective in increasing tolerance to elephants, and thus indirectly in reducing levels of human-elephant conflict.
El elefante africano no está salvado, y el furtivismo y el comercio ilegal de marfil sigue siendo un problema: de hecho, a principios de este año WWF denunció la matanza de entre 200 y 300 elefantes en un Parque nacional de Camerún. Pero en países como Botsuana las poblaciones de elefante están estabilizadas en unos niveles lejanos al peligro de extinción, y con estas exclusivas cacerías legales (por las que se pagan hasta 30.000€), es posible reducir, indirectamente, "los niveles del conflicto ser humano-elefante."

En Botsuana, más que el furtivismo por el marfil el problema para el elefante es el conflicto con una población humana en constante crecimiento. Los elefantes se quedan sin territorio, por la pérdida del hábitat y una fuerte competencia por el agua y la comida. Si la población local se puede beneficiar de los elefantes -aunque sea organizando algunas cacerías- aumentará la tolerancia hacia ellos. Y mientras esa caza no ponga en peligro la población en cuestión, puede ser una herramienta de conservación.

Así se explica el enlace de WWF. Por motivos de conservación WWF no se opone a que en ciertos lugares se cacen elefantes: es una organización conservacionista, no animalista.

¿Pero que lo haga su presidente de honor en España, por placer? Hay que ser muy salvaje para matar un elefante por placer. Una persona que disfruta matando un elefante no puede amar la naturaleza. WWF España debería meditar si es coherente tener como presidente de honor a un señor que, evidentemente, ni comparte ni promueve los valores de la organización.

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Más información (en inglés):
Elephant Ivory Trade FAQs 
Elephant and Cites: the facts