lunes, 10 de enero de 2011

Obsolescencia programada, la trampa secreta del consumismo

Le ha pasado a todo el mundo. Una lavadora que se rompe en un par de años, una impresora que de pronto deja de funcionar o un reproductor de música que se estropea a los pocos meses de empezar a usarlo. Lo que pocos sabemos es que esos fallos están pensados a la hora de diseñar y fabricar los productos, y que ese mecanismo se llama obsolescencia programada. El documental “Comprar, tirar, comprar” que emitió anoche La2 de TVE nos abrió los ojos ante esta desconocida práctica digna de los sueños de cualquier conspiracionista. Una práctica que es el motor de nuestro actual sistema económico, basado en un consumismo desenfrenado que está esquilmando los valiosos recursos de nuestro planeta.

El documental, dirigido por la alemana Cosima Dannoritzer, ha tenido un éxito tremendo, al menos en twitter, donde fue trending topic (el tema más comentado del momento) ayer por la noche y durante toda esta mañana. Habrá que ver los niveles de audiencia, pero de momento TVE puede estar satisfecha por el gran impacto que ha generado en la red. (edito: los niveles de audiencia ya están disponibles y confirman el éxito de la emisión, es el documental más visto del curso en La2)

Anoche twitter demostró que los documentales de La 2 interesan en España.
“Comprar, tirar, comprar” denuncia la obsolescencia programada a través de varios ejemplos que permiten comprender cómo los fabricantes llevan desde los años 20 acortando la vida de los productos para incrementar su consumo. El primero de estos ejemplos nos lleva a Barcelona, y consiste en un problema “tecnológico” bastante típico. Una pieza de la impresora ha fallado, y nos recomiendan llevarla al servicio técnico. “Será difícil encontrar las piezas para repararla”. “Repararla no le sale muy a cuenta”. “Yo te aconsejaría mirar impresoras nuevas”. Los tres servicios técnicos nos dan, finalmente, la misma recomendación: cómprate una impresora nueva. “Si acepta, Marcos (el usuario) será una víctima más de la obsolescencia programada”, explica el documental. En la última escena, Marcos resolverá su problema con la ayuda de un informático ruso, dejando al espectador con cara de idiota y la sensación de haber sido estafado por HP (por poner un ejemplo) en algún momento de su vida. Genial este último momento del documental.

Uno de los aspectos más destacados de “Comprar, tirar, comprar” es que aporta pruebas documentales novedosas. Por ejemplo, los papeles de un grupo secreto fundado en 1.924 que reunía a las principales empresas productoras de bombillas, el cártel Phoebus. Este grupo consiguió establecer un límite de 1.000 horas en la vida útil de las bombillas, a pesar de que cuando se fundó el cártel Phoebus las bombillas duraban 2.500 horas. Podríamos tener bombillas que durasen 1000 años, o medias de naylon irrompibles. El problema es que, como advertía una prestigiosa revista en 1928, “un artículo que no se estropea es una tragedia para los negocios”. ¿Para qué vender algo que dura mucho? ¿Para no poder vender nada nunca más?

Fue a partir del crash del 29, y sobre todo, tras la II Guerra Mundial, cuando la obsolescencia programada se convirtió definitivamente en el motor de nuestra sociedad de consumo. El diseñador industrial Brooks Stevens fue el que sentó las bases de esta práctica, definiendo la obsolescencia programada como “el deseo del consumidor de poseer una cosa un poco más nueva, un poco mejor y un poco antes de lo necesario.” El problema es que no sólo se deja en manos de los deseos del consumidor, sino que muchos productos están fabricados para no durar, para que se rompan al poco tiempo y tengamos que comprar otros nuevos.

La obsolescencia programada nos convierte en esclavos del consumismo, a menos que decidamos rebelarnos. “En la era de internet los consumidores están dispuestos a luchar”, dice el documental, y explica el caso de los hermanos Neistat. Estos jóvenes de Nueva York se sintieron estafados ante “las baterías irremplazables del iPod que solo duran 18 meses”, y colgaron un vídeo en internet que llegó a oídos de la abogada californiana Elisabeth Pritzker. Ella demandó a Apple en representación de miles de consumidores, y descubrieron que la batería de litio del iPod se había diseñado para tener una vida corta. Apple acabó cediendo, prolongando el periodo de garantía y abriendo un servicio de recambios. “Algo que me molesta personalmente es que Apple se presenta como una empresa moderna, joven y avanzada. Que una empresa así no tenga una política medioambiental que permita a los consumidores devolver los productos para su reciclado y eliminación va contra su mensaje”, reflexiona la abogada Pritzker.

He encontrado otro buen ejemplo de esta conciencia que se está alzando en internet. La web iFixit es una comunidad online dedicada a promover la auto-reparación de aparatos electrónicos. Tienen todo tipo de guías y manuales, creadas por los propios usuarios, y también venden las piezas necesarias para reparar casi cualquier cosa. En su manifiesto defienden el derecho de los consumidores a que los fabricantes hagan más fácil la auto-reparación de sus productos: “reparar es mejor que reciclar, reparar salva el planeta, reparar te ahorra dinero, reparar enseña ingeniería. Si no lo puedes reparar, no es tuyo”.

La última parada del documental es Ghana, que también es el destino final de millones de toneladas de basura electrónica que ya no sirve en Occidente. El tratado internacional que prohíbe enviar residuos electrónicos al tercer mundo se esquiva fácilmente con el truco de que son “productos de segunda mano”, aunque en realidad solo se pueda reparar el 20% de lo que llega a Ghana. El resto acaba convertido en chatarra, o llenando vertederos por todo el país. “Aquí había un río precioso que rebosaba de vida”, dice el activista medioambiental Mike Anane mientras camina entre montañas de basura electrónica. Mike lleva años luchando para que su país deje de ser la parada final de nuestros caprichos electrónicos. Son las devastadoras consecuencias ambientales de nuestro demencial consumismo: primero esquilmamos los valiosos recursos naturales de los países subdesarrollados y luego les convertimos en nuestro vertedero.


Una de las visiones más radicales y a la vez optimistas del documental es la que aporta el economista francés Serge Latouche, que propone un cambio de paradigma y de mentalidad: el decrecimiento. El decrecimiento intenta demostrar la irracionalidad de un sistema económico que tiene como paradigma el crecimiento infinito e un mundo finito y busca un cambio de lógica en nuestro modo de vivir, en nuestro modo de consumir y en nuestro modo de relacionarnos con el medio ambiente y con los demás seres humanos. “Al reducir el consumo y la producción, podemos liberar tiempo para desarrollar otras formas de riqueza que tienen la ventaja de no agotarse al usarlas, como la amistad o el conocimiento”, defiende Latouche.

El paradigma consumista que mueve el sistema económico actual nos hace creer que dependemos de muchas cosas que en realidad no nos sirven para nada. Y Latouche da en el clavo al explicar una de las mentiras más grandes que nos impone el consumismo y la publicidad: “si la felicidad dependiera del nivel de consumo, deberíamos ser absolutamente felices, porque consumimos 26 veces más que en tiempos de Marx. Pero las encuestas demuestran que la felicidad no es 20 veces mayor, porque la felicidad es siempre subjetiva”.
Lo que se trata es de volver a un modelo económico y de consumo sostenible, cuya huella ecológica no sea mayor que la que puede soportar nuestro planeta y que además no se base en la explotación de una inmensa mayoría de la humanidad. Para Latouche, la sociedad del decrecimiento hace realidad la visión de Ghandi: ‘El mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para satisfacer la avaricia de algunos.’

No hace falta decir que si aún no habéis visto “Comprar, tirar, comprar” estáis tardando en hacerlo. En serio, tenéis que verlo. De hecho, yo recomendaría su visión obligatoria en los institutos. Porque un cambio de modelo, de paradigma, no solo es necesario, sino deseable. 
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Por cierto, se me ha pasado comentar que la directora del documental, Cosima Dannoritzer, estará a las 16.00 charlando con los internautas en la web de rtve. Puedes dejar tu pregunta aquí.

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